martes, 18 de noviembre de 2014

              COMO MANTENERSE JOVEN

POR MONS ROMULO EMILIANI

El alma no envejece y  mirando hacia dentro uno descubre que la vida “en uno” sigue siendo hermosa, radiante, fresca, luminosa, no importa los años que uno tenga, si vive el alma sin la basura de la maldad. Yo he visto en muchos ancianos una “eterna juventud” que me maravilla  y en los que no,  la amargura por frustraciones, rencores u otros sentimientos dañinos los carcome por dentro y les impide sentirse bien, y por eso se ven “viejos”.
 El anciano que se siente llamado a realizar una misión sagrada, la de ser instrumento de “salvación” de los demás con su oración, testimonio y acciones concretas de servicio a su próximo; el que siente en su alma el deseo de adorar al Dios que está dentro de él y que encuentra en la oración su alegría y plenitud; el que se siente amado por Dios con la seguridad de la vida eterna; esa  persona, no importa los años,  siente un gozo que supera su estado físico, porque su alma mantiene el contacto pleno con la fuente de la vida, Dios. Recordemos que el alma aunque unida al cuerpo radicalmente, lo supera a él por su estructura espiritual.
No puede gastarse el “yo interior” porque su esencia es espiritual y aunque la psique experimente deterioro, en lo profundo la conciencia de que uno es y de que Dios está en uno, no puede ser afectada. De hecho, aún en las personas que han perdido la mente, en el fondo de su ser tienen una conciencia de permanencia, de que se es, de que son una entidad personal.
 De hecho en personas que han estado en coma y han vuelto a recuperarse, hablan de cómo escuchaban lo que se decía alrededor de ellos y en el caso de los que han estado al borde la muerte, muchos se ven en  un túnel “viajando” hacia un final muy luminoso, no quieren volver y  están muy conscientes de todo. Su cuerpo puede estar muy dañado, pero el alma permanece intacta.  Algunos dicen que se han visto “desde arriba”, observando cómo su cuerpo es operado en un quirófano y después “vuelven” a ese cuerpo.
 El alma esencialmente no es afectada por el paso de los años en su esencia; “está hecha” de otro “material” que no es el físico.  La materia es expresión tangible del espíritu  que está más allá de lo sensible. Pareciera que hay niveles en la realidad: lo esencialmente espiritual, luego la energía que se manifiesta en moléculas, células que se organizan en protones, neutrones, electrones y todo lo material que vemos en diversos modos en el universo.  Cada uno de nosotros tiene esos tres niveles de la realidad en un solo ser.
Uno puede sentir cansancio mental, pesada carga emocional, sea por preocupaciones y angustias, pero el alma es más que la mente y las emociones.  Hay algo más allá de los pensamientos y sentimientos, y es la conciencia de que “uno es”, de que “yo soy yo “ y no otro, de que tengo una relación espiritual con los demás y eso nos habla de un sustrato espiritual que sostiene toda la estructura mental y física y que está más allá de todo lo que está sujeto al  espacio y al tiempo.  Ese “yo interior” es el que se comunica con Dios y mantiene una relación vital con Él y con todos los seres espirituales en la tierra o en el cielo.
De hecho “yo no soy un viejo”, sino que mi cuerpo se está desgastando. “Pues aunque por fuera nos vamos deteriorando, por dentro nos renovamos día a día…. Porque no nos fijamos en lo que se ve, sino en lo que no se ve, ya que las cosas que se ven son pasajeras, pero las que no se ven son eternas. Nosotros somos como una casa terrenal, como una tienda de campaña no permanente; pero sabemos que si esta tienda se destruye, Dios nos tiene preparada en el cielo una casa eterna, que no ha sido hecha por manos humanas”, nos dice Pablo en 2 Cor, 4, 16 -5,1.
Si es una persona de la tercera edad, usted no es “un viejo”, sino una persona que ha vivido muchos años, pero cuya alma está joven y se ve a sí mismo como un ser luminoso, juvenil, radiante, pleno, con  el vigor que da el Espíritu y aunque el cuerpo se vaya desgastando, su “yo interior” permanece como el primer día, con la fragancia de la obra  recién hecha por el Señor, que no crea nada “desechable” ni inútil,  sino permanente, inmortal por pura misericordia de Él, con quien es usted es invencible.