COMO MANTENERSE JOVEN
POR MONS ROMULO EMILIANI
El alma no
envejece y mirando hacia dentro uno
descubre que la vida “en uno” sigue siendo hermosa, radiante, fresca, luminosa,
no importa los años que uno tenga, si vive el alma sin la basura de la maldad.
Yo he visto en muchos ancianos una “eterna juventud” que me maravilla y en los que no, la amargura por frustraciones, rencores u
otros sentimientos dañinos los carcome por dentro y les impide sentirse bien, y
por eso se ven “viejos”.
El anciano que se siente llamado a realizar
una misión sagrada, la de ser instrumento de “salvación” de los demás con su
oración, testimonio y acciones concretas de servicio a su próximo; el que
siente en su alma el deseo de adorar al Dios que está dentro de él y que
encuentra en la oración su alegría y plenitud; el que se siente amado por Dios
con la seguridad de la vida eterna; esa persona, no importa los años, siente un gozo que supera su estado físico,
porque su alma mantiene el contacto pleno con la fuente de la vida, Dios.
Recordemos que el alma aunque unida al cuerpo radicalmente, lo supera a él por
su estructura espiritual.
No puede
gastarse el “yo interior” porque su esencia es espiritual y aunque la psique
experimente deterioro, en lo profundo la conciencia de que uno es y de que Dios
está en uno, no puede ser afectada. De hecho, aún en las personas que han
perdido la mente, en el fondo de su ser tienen una conciencia de permanencia,
de que se es, de que son una entidad personal.
De hecho en personas que han estado en coma y
han vuelto a recuperarse, hablan de cómo escuchaban lo que se decía alrededor
de ellos y en el caso de los que han estado al borde la muerte, muchos se ven
en un túnel “viajando” hacia un final
muy luminoso, no quieren volver y están
muy conscientes de todo. Su cuerpo puede estar muy dañado, pero el alma
permanece intacta. Algunos dicen que se
han visto “desde arriba”, observando cómo su cuerpo es operado en un quirófano
y después “vuelven” a ese cuerpo.
El alma esencialmente no es afectada por el
paso de los años en su esencia; “está hecha” de otro “material” que no es el
físico. La materia es expresión tangible
del espíritu que está más allá de lo
sensible. Pareciera que hay niveles en la realidad: lo esencialmente espiritual,
luego la energía que se manifiesta en moléculas, células que se organizan en
protones, neutrones, electrones y todo lo material que vemos en diversos modos
en el universo. Cada uno de nosotros
tiene esos tres niveles de la realidad en un solo ser.
Uno puede
sentir cansancio mental, pesada carga emocional, sea por preocupaciones y
angustias, pero el alma es más que la mente y las emociones. Hay algo más allá de los pensamientos y
sentimientos, y es la conciencia de que “uno es”, de que “yo soy yo “ y no
otro, de que tengo una relación espiritual con los demás y eso nos habla de un
sustrato espiritual que sostiene toda la estructura mental y física y que está
más allá de todo lo que está sujeto al
espacio y al tiempo. Ese “yo
interior” es el que se comunica con Dios y mantiene una relación vital con Él y
con todos los seres espirituales en la tierra o en el cielo.
De hecho “yo
no soy un viejo”, sino que mi cuerpo se está desgastando. “Pues aunque por
fuera nos vamos deteriorando, por dentro nos renovamos día a día…. Porque no
nos fijamos en lo que se ve, sino en lo que no se ve, ya que las cosas que se
ven son pasajeras, pero las que no se ven son eternas. Nosotros somos como una
casa terrenal, como una tienda de campaña no permanente; pero sabemos que si
esta tienda se destruye, Dios nos tiene preparada en el cielo una casa eterna,
que no ha sido hecha por manos humanas”, nos dice Pablo en 2 Cor, 4, 16 -5,1.
Si es una
persona de la tercera edad, usted no es “un viejo”, sino una persona que ha
vivido muchos años, pero cuya alma está joven y se ve a sí mismo como un ser
luminoso, juvenil, radiante, pleno, con
el vigor que da el Espíritu y aunque el cuerpo se vaya desgastando, su
“yo interior” permanece como el primer día, con la fragancia de la obra recién hecha por el Señor, que no crea nada
“desechable” ni inútil, sino permanente,
inmortal por pura misericordia de Él, con quien es usted es invencible.